A los nueve años ví una película sobre ladrones de cuadros: The Happy Thieves, con Rex Harrison y Rita Hayworth. Lo que más recuerdo es la melodía que silbaban los protagonistas.
Hace mucho, cuando pintaba y vendía mis acuarelas en el Parque del Retiro, cada tanto pasaba frente a mi caballete un grupo de amigos ya maduros. Parecían no ocuparse de nada en particular y tener todo el tiempo del mundo. Sus rostros esbozaban una media sonrisa burlona, y me recordaban a los ladrones de cuadros. Quizás sus paseos por el parque eran un momento de distracción antes de volver a una casona de las proximidades a seguir planeando el próximo golpe.
El mayor de ellos, de pelo blanco y mediana estatura, me saludaba y decía:" Pínta la estatua y el estanque pero en oleo y yo te la compro..." La oferta se repitió en el mismo tono despreocupado durante un par de temporadas… pero yo no pintaba oleo sino acuarela…
La última vez que ví al grupo de amigos fue en un cocktail, de esos que solía ofrecer el Ayuntamiento en un salón de lámparas de lágrimas y de pesados cortinajes que da a la Plaza Mayor. El motivo, la inauguración de la exposición de un artista desconocido. Nadie con sentido de la oportunidad dejaba pasar la ocasión. Esa vez los amigos mantuvieron distancia y ni siquiera me saludaron. Quizás comenzábamos a parecernos demasiado.